Inventan un nuevo sistema de sabotear los vuelos

El incidente del aeropuerto de Palma volverá a cambiar las reglas del juego en el tráfico aéreo

Simular una emergencia médica a bordo que obligue a un avión a un aterrizaje forzoso es muy sencillo

Los auxiliares de vuelo reciben una instrucción muy básica sobre como actuar, pero por supuesto no son médicos

El comandante de la nave es el que tiene siempre la última palabra y decide en función de la información que recibe de los auxiliares

La reglamentación internacional obliga a todos los aeropuertos a acoger un avión que solicite un aterrizaje forzoso

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Aeropuerto
Imagen del interior de un avión
Tomeu Maura

En 2011 el atentado contra las Torres Gemelas cambió para siempre las reglas del juego de la seguridad aeroportuaria e instauró la necesidad de instalar una puerta blindada que evitara el acceso a la cabina; en 2015 el piloto suicida de Germanwings provocó que se modificara el protocolo del cockpit de los aviones instituyendo la obligatoriedad de que hubiera en todo momento por lo menos dos personas en el puesto de mando; en 2021 la fuga masiva de pasajeros en el aeropuerto de Palma tras fingir uno de ellos una enfermedad también conllevará consecuencias. Estamos ante otro punto de inflexión en la seguridad aérea porque está muy claro que asistimos a un nuevo método de sabotaje. Un sistema muy difícil de controlar.

En la actualidad no existen mecanismos que permitan detectar si un pasajero finge una urgencia médica. Cuando algo así sucede los auxiliares de vuelo, que están instruidos en primeros auxilios, pero cuyo conocimiento no va mucho más allá, valoran la situación e informan al comandante de la nave, que es quien tiene la última palabra al respecto y quien debe decidir si desvía o no el avión. En ese caso la normativa internacional obliga a todos los aeropuertos del mundo a acoger la aeronave y a habilitar los recursos necesarios para atender al enfermo.

Ahora bien. ¿Cómo saber si está o no enfermo? Incluso si a bordo viajara un médico sería complicado en algunos casos. El marroquí que provocó el aterrizaje forzoso del vuelo de Air Arabia del pasado viernes simuló sufrir un coma diabético. Simplemente con que su acompañante mostrara al auxiliar de vuelo un glucómetro manipulado resultaría suficiente para alimentar el engaño y hacer creer que de verdad su vida corría peligro. Si a eso se le añade la presión de los pasajeros cercanos -sobre todo si están en el ajo- exigiendo una actuación inmediata resulta evidente comprender el altísimo nivel de responsabilidad que se le traslada a un auxiliar de vuelo o a un comandante cuyos conocimientos médicos son nulos. Lo normal, atendiendo a cuestiones humanitarias, es que accedan a desviar el avión hacia el aeropuerto más cercano.

Viendo las imágenes del vuelo de Air Arabia resulta evidente que la actuación fue premeditada. Quizás el objetivo no era Mallorca, sino cualquiera de los aeropuertos españoles que estaban en ruta, pero eso da igual porque en definitiva el objetivo era entrar ilegalmente en España. Y de momento el plan ha sido un éxito porque doce de los fugados permanecen todavía en paradero desconocido.

La IATA (Asociación Internacional de Transporte Aéreo) deberá reflexionar muy seriamente sobre lo que ha sucedido. Dotar a todas las aeronaves de un desfibrilador y, posiblemente, de un glucómetro, será el primer paso. Sin embargo existen muchísimas enfermedades graves que pueden simularse sin mostrar síntomas evidentes y ante eso poco se puede hacer. Estamos ante un caso que va a cambiar de nuevo las reglas del juego aéreo y que va a imponer todavía más restricciones. ¿Quizás la obligatoriedad de viajar con un certificado médico? Sea como sea va a haber un antes y un después.

 

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